domingo, julio 30, 2006

Tres días, tres momentos, una moraleja.

Dejo esto como testimonio de que lo escribi en tres dias diferentes.
___________________________________________________________________

Estoy recobrando el aire después del golpe, y que golpe. Uno, dos, tres, inspira…. exhala… ya, voy bien. Todavía no estoy ciento por ciento pero al menos ya no me duele dentro.... pero, en verdad, todavía duele.

¿Por que en tres partes? Porque hoy es 30 de Julio y quedan tres días para nuestro segundo aniversario… cumple mes… no sabes lo bien que me siento, de verdad has llenado de luz mi vida en estos primeros 61 días.

Pero aun así tiene un sabor amargo, porque aun sigue fresca la herida de lo que pasó.
Nada de lo que podamos hacer puede cambiar lo que hicimos, ni nada de lo que podamos decir puede cambiar lo que dijimos, así que lo que podemos hacer es aprender a vivir con lo que se dijo o no se dijo, con lo que se hizo o no se hizo. Lamentarse es necesario, sirve para pensar y reconocer, pero no hay que dejar que el lamento se convierta en la constante de la vida, como yo tampoco voy a dejar que esta carta sea una carta triste.

Porque no te mereces una carta triste, quiero que sonrías cuando leas esto… o cuando yo te lo lea, aun estoy pensando en esa parte… quiero decirte en estas tres partes, escritas en tres días diferentes, tres alegrías que me has dado. Quizás te preguntaras: ¿solo tres alegrías? ¿Tan pocas? La obvia respuesta es que son más de tres, muchas más, incontables… cada momento que comparto contigo es una alegría, incluso si estoy muy cansado o durmiendo… lo que me lleva a contarte el primer momento.

Primer Momento: El día después que nos tomamos el Senda Real, cuando yo desperté con un dolor de cabeza terrible y estaba muerto de sueño… lo recuerdas? Claro, como olvidarlo… ¡fue un muy buen día ese! Hace mucho que no tomaba algo que no fuera cerveza, y hace bastante que no tomaba golpeados… son tan entretenidos, a pesar de que pueden subirse a la cabeza bastante mas rápido de lo que se pudiera pensar (lo que me recuerda también pedirte nuevamente disculpas por no pasarte ropa para taparte esa noche). En fin, tenia mucho sueño y tu me dices que me vaya a dormir, a lo que yo respondo con el típico “no, no, no, bueno ya” y me acomode debajo de esa bendita colcha tan calientita, nos dimos un beso, tu te arrodillaste al lado de la cama, yo cerre mis ojos, me acariciaste el pelo y me dijiste suavemente: “te amo”.

Sonreí.

Sonreí entonces tal como sonrío ahora al recordarlo. Aparte que solo el día anterior me lo habías dicho por primera vez, y yo sinceramente pensé que te ibas a arrepentir de haberlo dicho, por lo que ese momento sirvió para reafirmarlo y confirmarme que no solo no había escuchado mal, sino que era de verdad. Porque algo pasa dentro mío cuando te escucho decirme esas dos palabras, tan simples, tan pequeñas, pero tan complejas e inmensas a la vez. Porque me emocionaste al decirlo en ese momento, porque me emociono ahora mientras escribo esto, y porque, a pesar de todo, confío en seguirme emocionando cuando lo vuelva a escuchar, ese es el primer momento.

Mañana continúo.

Te amo.

Te amaba entonces, te amo hoy, y de seguro que lo haré mañana.